Existe solo una fina línea que separa lo original de lo absurdo. En esa delgada línea nos encontrábamos cuando cruzábamos en ferri a Tánger para recorrernos Marruecos con nuestras dos motos: una Harley de más de 400 kilos y una Derbi con solo 125 cc. Cada vez que mirábamos a nuestro alrededor y veíamos esas enormes BMW GS súper preparadas para la aventura nos dábamos cuenta de lo absurdamente originales que debíamos resultarle a todo el mundo.

Sin una ruta definida y muy con poco equipaje desembarcamos en el puerto de Tánger. Lo más impresionante de cruzar a Marruecos es la diferencia abismal entre dos países y dos culturas separadas únicamente por una hora de barco. En cuanto pasamos los controles salimos escopetados de la caótica ciudad por la carretera pegada a la playa. No existe mejor forma de empezar un viaje en moto que sentir la mezcla del olor de la gasolina y el agua salada mientras disfrutas de las primeras curvas.

Tomamos un desvío que nos lleva a Tetuány nos maravillamos de los lugares tan frondosos por los que pasamos. Por la tarde, cogimos la carretera hacia Chefchauen mientras atravesamos un precioso puerto de montaña junto al mar. Es solo el inicio de un paisaje que nos cambió completamente el concepto que teníamos de Marruecos.
Pasamos nuestra primera noche en Chefchauen, ciudad rodeada de montañas y conocida por sus casas azules y esmeralda. Recorremos sus calles abarrotadas de comercios, y disfrutamos de una auténtica y especiada cena marroquí de Tajín y brochetas de cordero.
Nuestro segundo día le vamos cogiendo el gusto a pararnos en los dispersos pueblecitos que aparecen inesperadamente en nuestro camino. En ellos la gente es mucho más acogedora que en las grandes urbes. Nos invitan a tomar té en las terrazas de sus casas, nos enseñan sus tierras y muchos nos ayudan a buscar alojamiento para pasar la noche. Por el camino nos vamos dando cuenta de que, para entender realmente la historia y las costumbres del país es necesario conocer los pequeños pueblos y aldeas que se encuentran dispersos entre las grandes ciudades.
Pasamos nuestra segunda noche en Fez y a la mañana siguiente visitamos la medina y sus curtidurías. Allí vemos (¡y olemos!) cómo se curten las pieles con excrementos de paloma y cal para luego teñirlas en enormes cubas de tintes naturales. Nos encanta la ciudad ya que, al contrario de lo que pensábamos, el zoco y sus alrededores son muy auténticos.
Con intención de llegar hasta Ifrane, un curioso pueblo con pistas de esquí situado a más de 2.000 metros de altura, continuamos nuestro camino bajando hacia el Sur por verdes puertos de montaña. Después de comer en allí, seguimos nuestra ruta por las desérticas pistas del AtlasMedio.

Tras atravesar caminos y perdernos en lugares inhóspitos, llegamos a Azrou con una maleta menos en la Harley y una avería en mi Derbi…. ¡Ahí es donde comenzaba la aventura! Este mismo estropicio que en un país europeo nos hubiera supuesto un grave problema y varios días perdidos a la espera de una solución, en Marruecos fue solo una mera anécdota de cómo con cuatro hierros y un poco de silicona se puede arreglar cualquier roto.
Dos mecánicos de Azrou trabajaron una mañana lluviosa encerrados en un diminuto garaje para poner a punto de nuevo las dos motos. Fue tan increíble el apaño que hicieron para volver a reconstruir el tubo que contiene el líquido refrigerante de mi Derbi que, al volver a Madrid, mi mecánico me preguntó perplejo si podía guardar la pieza reconstruida como si fuese una reliquia.

Dos días de tierra, barro, curvas, caminos y piedras nos supieron a poco, pero debíamos continuar nuestro camino hacia otro Marruecos muy diferente. Cuando salimos de Madrid teníamos un objetivo claro: llegar hasta la tienda de Harley en Casablanca para comprarnos una camiseta. Mi compañero de viaje las colecciona, así que no había más remedio que desviarnos hacia la costa para conseguir una. Tras un camino un tanto monótono hacia el oeste del país, entramos en una ciudad completamente distinta a todas las que habíamos visto antes.
Casablanca, centro económico y comercial de Marruecos, nos recibió con sus edificios altos y casa lujosas frente al mar. Una ciudad perfecta para dar un paseo por su puerto artificial, uno de los más grandes del mundo. Restaurantes, terrazas, chiringuitos, turistas… otro gran contraste en este viaje después de haber salido esa misma mañana de un recóndito pueblo en las montañas del Atlas. Entramos a la tienda Harley con ilusión y salimos equipados con una camiseta para cada uno.
Seguimos avanzando por carreteras costeras para hacer noche en Bouznika, cerca de Rabat. Como nos quedan pocos días, preferimos no entrar en Rabat para no perder mucho tiempo buscando alojamiento. Las carreteras con algo más seguras pero muy transitadas y el tráfico es una auténtica locura. Camiones dando media vuelta en mitad de la autopista, coches sin luces por la noche, gente cruzando… ¡nunca más volveré a quejarme de la forma de conducir de los madrileños!
Nuestro sexto y último día de ruta antes de volver a España lo disfrutamos al máximo por las carreteras costeras que nos llevan hasta Assilah. Este enclave costero cercano a Tánger nos envuelve con sus colores azules y verde esmeralda. Ciudad del arte, de pintores y poetas, fue durante mucho tiempo posesión de los españoles, por lo que todos hablan nuestro idioma y podemos disfrutar sus típicas croquetas y pescadito frito en el conocido “Restarurante Gracía” junto al puerto.


Llegamos a Tánger exhaustos con el olor a especias impregnando nuestra equipación y miles de recuerdos de gente, paisajes y curvas que nos devuelven una sonrisa cada vez que las invocamos en alguna de nuestras historias del viaje. Sol, lluvia, mar, montaña, ciudades, pueblos… una combinación increíble para una ruta de solo una semana que no deja indiferente a quienes contamos nuestra hazaña. Nadie daba un duro por un que un viaje en Harley y en Derbi acabara como acabó: las dos motos seguras y aparcadas en nuestro garaje de Madrid después de más de 2.000 kilómetros con solo algún que otro pequeño susto pero sobre todo repletos de buenos momentos.
