Lesbos: ¿Refugio o cárcel?

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Es imposible explicar la experiencia vivida este primer día en Mitiline (Lesbos), una pequeña isla griega cercana a Turquía y convertida en una prisión para aquellos que cruzan el estrecho en busca de una oportunidad en Europa. Los motivos de la huida son varios, lo que todos tienen en común es una sola cosa: piensan que una vez que ponen sus pies en la playa conseguirán una vida mucho mejor de aquella que dejan atrás. Sin embargo, hoy ya no estoy tan segura de que sea así.

Mitilene es una cárcel psicológica para muchos de ellos que llevan atrapados en esta isla durante años sin motivación y sin un futuro cierto. El Proyecto Agua surgió ante la necesidad que tienen los refugiados de aprender a nadar para perder uno de los muchos miedos que les roba la tranquilidad: ese mar que casi se los traga una oscura noche cualquiera. Sin embargo, el Proyecto Agua se ha convertido en algo más: un momento de respiro y diversión para gente que día a día se consume por su desesperanza.

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Junto con Suiss Cross y Proem Aid, organizamos por las tardes clases de natación con los jóvenes del campo de refugiados de Moria. Es importante conocer el estado de estas personas para darse cuenta del mérito que tiene cada una de sus sonrisas en el agua. La mayoría viven en Moria, una antigua cárcel convertida en campo de refugiados. Cuando desembarcan en la playa, son llevados directamente a este lugar desolador sin ningún tipo de explicación. Allí pasan meses o incluso años encerrados sin nada a lo que agarrarse consumiendo poco a poco su fortaleza. Sus esperanzas de entrar en Europa se van desvaneciendo, y se van perdiendo los motivos para estar fuerte y optimista cada día. Muchos jóvenes entran en un círculo de desesperación que les lleva a drogas y violencia, pero muchos otros siguen su lucha cada día y la labor de los voluntarios es esencial para que puedan seguir adelante.

Las conversaciones con los residentes en Moria son muy duras, ya que todos cuentan las esperanzas con las que llegaron a la isla y el estado en el que se encuentran ahora. Por sus relatos, Moria debe ser un ligar escalofriante; sin embargo, ningún voluntario tiene permitida la entrada en el campo. Niños y jóvenes sin tutela duermen en celdas, la gente deambula sin tener nada que hacer a la espera de un milagro que no llega… un paisaje desolador que pone los pelos de punta solo de imaginarlo. Aprovecharemos alguno de los momentos que tenemos libres para acercarnos y verlo aunque sea desde el otro lado de la verja.

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A continuación, vamos al campo de Pipka para recoger a los niños de allí y meternos al agua con ellos. Este campo de refugiados acoge a gente vulnerable, normalmente familias con hijos, homosexuales, enfermos… Aquí sí nos permiten entrar y sin duda no es como lo que cuentan de Moria. Es un antiguo camping en el que los bungalow se han convertido en casas y pretende ser un lugar tranquilo e incluso acogedor. El problema es que de estas condiciones solo se benefician unas 60 personas, ya que el campo es muy reducido. Los niños juegan emocionados con los voluntarios de Proyecto Agua y Proem Aid, mientras los adultos  les acompañan, muchos con la mirada perdida y la moral destrozada.

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Por la noche, hacemos nuestro primer turno de guardia junto a la playa. Los increíbles voluntarios de Proem Aid se turnan con nosotros para vigilar el horizonte en el lado Sur de la isla. A lo lejos se ven las luces de Turquía, desde donde cruzan por las noches barcos llenos de gente con el sueño de pisar el otro lado.  Otros refugiados hacen guardia junto al fuego con nosotros, a la espera de recibir con una sonrisa a los asustados recién llegados antes de que las autoridades lo metan en un autobús con destino a la desoladora cárcel de Moria.

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