Así son los campos de refugiados en Lesbos

El campo de refugiados más grande de Lesbos es Moria, una antigua cárcel que sirve como lugar de acogida para los miles de inmigrantes que cruzan a Grecia desde Turquía. «Lugar de acogida» no es más que un eufemismo para describir ese espantoso complejo lleno de verjas, celdas y policias armados.  Curiosamente, hace un tiempo que ya no dejan entrar perisodistas ni casi ninguna ONG.

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Hoy antes de las clases de natación con los jóvenes de Moria, nos hemos acercado para verlo. Por suspuesto, policias armados nos han vigilado desde cerca y nos han aclarado varias veces que no se puede entrar. Varios carteles en la entrada indican que está prohibido hacer fotos en su interior, y no es para menos…  no creo que sea muy positivo para la opinión pública que se publicasen imágenes del estado en el que se encuentran los refugiados.

Según nos acercamos al lugar, no puedo evitar ponerme en su piel e imaginarme el shock que debe ser pisar la playa de Mitilene cargado de esperanzas después de un peligroso viaje y ver esa enorme cárcel. Por supuesto, nadie se ha molestado en quitar las tenebrosas vallas de pinchos ni en adecentar los barracones de los antiguos presos.

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El campo se divide en secciones para hombres, mujeres, familias y niños sin compañía. Todo esto lo descubrimos hablando a través de la verja con dos simpáticos hombres de Pakistán. Uno de ellos nos cuenta que trabajaba para una gran multinacional farmacéutica en Pakistán hasta que comenzaron a perseguir a su familia y tuvieron que huir. Se me revuelven las tripas cada vez que pienso que todas estas personas que ahora comparten barracones con otras cinco personas un día tuvieron una vida muy parecida a la nuestra en sus tierras. No puedo imaginar el estado de desesperación en el que me encontraría yo atrapada en esta tierra de nadie espernado eternamente durante meses o años.

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Otro de los campos de refugiados es Pipka. Aquí encontramos a los sectores más vulnerables: niños con enfermedades, discapacitados, familias y homosexuales que en ningún caso sobrevivirían en Moria. Curiosamente, en este campo sí nos dejan entrar…

Se trata de un camping adaptado para que estos refugiados vivan de una manera más o menos decente. La gente vive en bungalows y tienen espacios comunes donde se imparten cursos o se hacen reuniones entre los habitantes de este reducido lugar que acoge a unas 70 personas. Sin duda, a primera vista es mucho menos desolador y a los niños se les ve jugar felices y seguros. Sin embargo, en las miradas de los adultos puedes ver que esto no es más que una fachada. Muchso llegan allí pensando que es el siguiente paso para entrar finalmente en Europa. Sin embargo, acaban dandose cuenta de que su paso por Pipka es tan indefinido como el de cualquier otro refugiado.

La gente nos invita a sus casas a tomar té o café, y nos sacan todo lo que tienen. Se nota que están ansiosos por hablar, compartir, contarnos lo que una vez fueron en sus paises. Uno de los refugiados se ofrece muy amablemente a cortarme mis greñas veraniegas y se puede ver la ilusión en su mirada cuando acepto. Es una ntiguo peluquero Sirio muy renonmbrado que tuvo que huir de su país por ser homosexual, dejando atrás su profesión, su familia y su porvenir.

Cada vez mas gente se anima a venir a nuestras clases de natación en la playa. Nos cuentan que los niños esperan ese momento durante todo el día. Realmente, está claro que nuestra misión aquí no consiste solo en enseñar a patalear en el agua, sino en escuchar, sonreir y traer algo de esperanza.

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